Los que me conocen bien saben que no es fácil hacer un hueco en mi día a día para muchas cosas. Pero si para algo siempre deseo hacer espacio es para viajar a Guinea Bissau con la fundación y atender a todos los pacientes que me necesiten, tanto a mí como a mi equipo. Este año somos nueve: Joana, Cristina y David, como enfermeros y valiosísimos ayudantes; Enrique, urólogo, Jorge, anestesista, Cristina, ginecóloga y Ariadna, también anestesista. Este año Cristina (enfermera), David y Ariadna son nuevos. Para el resto, volvemos por tercer año consecutivo a vivir unos días duros, intensos, pero fantásticos.
Entre todos, hemos conseguido sumar casi 400 kilos de material para llevar a cabo todas las cirugías que nos esperan. Tenemos ya unas 80 planificadas, pero una vez estemos allí, los números no van a dejar de crecer. Siempre es así. Lo mejor de esto es poder llegar a tantas personas que nos necesitan. Lo peor, que tenemos la certeza que no llegaremos a todos.
Muchos me preguntan que qué hacemos allí, qué tipo de cirugías y la respuesta es tan variada que es difícil dar una respuesta sin escribir una larga lista. Porque allí podemos hacer desde un niño quemado por culpa de un arrebato de rabia de su madrastra, a un cáncer de mama en una joven que jamás recibirá ni radio ni quimioterapia. Desde cesáreas a miomas, desde úlceras a tumores, desde labios leporinos a hernias… Ya os he dicho, la lista es larga.
Cuando el avión aterriza en Bissau, un leve cosquilleo se apodera de mi estómago. No son nervios, no es angustia, no es estrés… es la sensación de saber que he llegado a casa, mi segunda casa.
El primer día es el más intenso. Sin pacientes, es imprescindible colocarlo todo, organizarlo todo. Pero también saludar a todo el mundo. Abrazar a Isabel, la mami de Casa Emanuel. Y coger en brazos a muchos niños, algunos ya conocidos, otros nuevos. Todos fantásticos.