El primer día es un poco especial y triste. Especial, por la emoción de empezar a hacer aquello por lo que hemos venido. Triste, porque de toda la lista de pacientes que quieren ser atendidos, deberemos escoger a aquellos que realmente podremos atender.
Esta lista como podéis suponer no está hecha al azar. Pero como muchas personas nos preguntan como la hacemos, creo que es bueno explicar cómo escogemos a los pacientes que vamos a atender. Por un lado, el Centro Médico Emanuel recoge durante todos los meses previos a nuestra expedición médica todas las personas que tienen una enfermedad o un problema de salud que aquí no puede solucionarse, ya sea por falta de medios o por falta de personal cualificado. Otras ONG’s de la zona también nos hacen llegar sus pacientes. Y poco a poco la lista va creciendo a la misma velocidad que nuestro corazón se va encogiendo, pues sabemos que no los podremos atender a todos.
Así, lo primero que hay que hacer es analizarla, hacer un buen cálculo del material del que disponemos (aunque cada año conseguimos llevar más, no sé cómo, pero siempre se nos queda corto) y escoger entre aquellos pacientes a los que no solo podemos operar con éxito, sino que nuestra operación puede hacer cambiar su vida mejorando notablemente su calidad. Esta es, sin duda, la parte más dura. Pues sabemos que hay pacientes que llegan desde todos los puntos del país, algunos a pie, otros con la ilusión que les devolveremos la salud… y no siempre podemos.
Hoy día empezamos con una mastectomía a una paciente con cáncer de mama (sí lo sé, aquí no hay ni radioterapia ni quimioterapia, pero sabemos que esta cirugía mejorará mucho su calidad de vida), seguimos con un tumor en la parotida, una cirugía reparadora facial, una amputación y tres hernias: dos umbilicales y una inguinoescrotal.
Todos esos pacientes son importantes. Pero también os quería hablar de Evanesser. Su historia, como la de muchos niños aquí, es de esas que hace que se te encoja el alma y se te haga un nudo en el corazón difícil de deshacer. Este pequeño de tan solo tres añitos ha podido comprobar que, desgraciadamente, en demasiadas ocasiones, las personas que deben cuidarte son aquellas que más daño te proporcionan. Una de las esposas de su padre, enfadada con su madre, decidió castigarla hiriendo a lo que más quería: su hijo. Y para ello roció con ácido sus ojitos, quemando la piel que los rodeaba y cerrándolos para siempre. No sé que podremos hacer por él. Pero espero que me entendáis si Evanesser pasa a ser uno de esos casos que se te clavan en el corazón y por los que luchar.