Llevé al niño a la sala de partos donde tenemos una incubadora. Es importante mantenerlo en calor, pues con tan poco tiempo de vida no tiene la capacidad de regular muy bien su temperatura corporal. Le colocamos un suero para hidratarlo, y poco más podíamos hacer. La marca rítmica que dibujaban sus costillas bajo la piel apergaminada delataban un agotamiento por el hecho de respirar. El esfuerzo para seguir viviendo era tan enorme que pensé que dejaría de hacerlo en cualquier momento. Ahora que estaba más tranquilo, empecé a percibir mi entorno. Al fondo del pasillo Rosa seguía sentada mirando al suelo. Triviño apareció por la puerta de quirófano y con un gesto facial me dijo que con Gabriel estaba todo en orden. Juan parecía el menos compungido. Como resignado por todo ello. Me pareció extraño.
– Juan ¿no confías en que salga a delante?
– ¿viste su ojo?
– ¿Cómo?!¡No! ¿Qué le pasa?
– Probablemente estrábico o por lo menos tiene una deformidad en un ojo.
– ¿Y?…
– Ven
Nos dirigimos hacia el fondo del pasillo principal del hospital. Frente a la puerta de entrada había una niña y un niño sentados y callados. Juan se dirigió a la niña en criol y la niña asintió con la cabeza sin levantar la mirada.
– ¿conocen al bebe??……….es su madre?¿Estás seguro Juan?
Juan extendió la mano a la niña y pidió al niño, y padre, que se quedara allí.
– veo que ya has pasado por esto, ¿verdad Juan?
Me miró, hizo una mueca de payaso triste y entendí que … muchas veces.
– joder, Juan, vale que sea una niña…
– … 13 años
– vale ¿y eso justifica que deje morir a su hijo, sin darle el pecho, viendo como se consume día a día, sin fuerzas para llorar?¡Va Juan no me jodas!! ¿Y su padre???
Juan no respondía. Caminaba con paso firme y tirando de la mano de la niña hacia la sala de parto. Yo les seguía expectante. No entendía nada pero sabía que Juan quería decirme algo.
Abrió la puerta con firmeza, y pidió a la niña- madre… A la madre-niña, que se sentara, justo en frente de la incubadora donde su hijo respiraba, sólo cuando podía.
– Juan..!, entiendo que quieras que le dé el pecho pero esta criatura no puede mamar. No tiene fuerza ni para respirar.
Juan haciendo oídos sordos cogió al bebé y lo llevó al pecho de la madre. La niña ante la autoridad que suponía Juan para ella tomó a la criatura entre sus brazos. Juan la forzó a dar el pecho, pero enseguida percibí el rechazo de la niña por su hija.
La madre empezó a hablar y llorar. No entendía nada. Hablaba en un dialecto que era desconocido para mí. Pero no para Juan. La madre tomó al pequeño se lo separó del cuerpo dándoselo a Juan.
Juan con sumo cuidado lo devolvió a la incubadora. Comprobó que la vía y el suero funcionaban. Lo arropó y acarició unos segundos.
– ¿Qué pasa Juan? No entiendo nada ¿Qué te ha dicho?¿Por qué no quiere darle el pecho?!
– Tiene miedo
-¿Miedo? ¿Miedo de qué?
– Del Irán!
– Irán, ¿¿¿el demonio???? ¿¿Por qué??
Juan movía la cabeza de lado a lado con gesto resignado.
– Sabes Iván, nos dejamos la vida aquí, no dormimos por sacar vidas a delante, luchamos contra la falta de medios, de recursos. No nos venimos abajo si no hay medicinas. Todo es justificable por ayudar… Pero en ocasiones nuestro peor enemigo no son las enfermedades, muchas veces como en este caso, son las creencias. Y éstas sólo podemos vencerla con cultura y no con medicamentos.(Yo le seguía interrogando con la mirada y el continuó). Aquí existe la creencia de que las personas bizcas, llevan el demonio dentro. Y que ese demonio entrará en la madre por el pecho y desde la madre afectará a toda la familia.
– ¿¿Por eso no le había dado el pecho???!!
– Exacto, desde que nació.
– ¿y ahora lo traen?
– No, no lo han traído ellos, ha sido una trabajadora del orfanato que gracias a Dios ya no cree en estas cosas.
– ¿Y que hacemos Juan? Si se lo devolvemos a los padres……
– Morirá, y tampoco nos lo podemos quedar.
Hubo un silencio sepulcral en la habitación, sólo roto por el sonido del corazón del bebé que se defendía en los monitores. Y el sollozo de la madre.
No, no penséis que la madre no lo quería, no. El drama es mucho mayor, porque si la madre no lo quisiera…no sufriría. Pero la madre quiere a su hijo, como cualquier madre. Por ello la tragedia es mayor. Claro que lo quiere, pero…pero el miedo a que el demonio haga daño a toda la familia, incluido otro hijo que tienen es más fuerte que el amor por su hijo. Salí de la habitación con Juan. Era la hora de comer. Cerramos la puerta tras nosotros y nos quedamos observando a la madre como miraba a su bebé.
– ¿Qué estará pensando Juan??
– …le está pidiendo perdón a su hijo
Fuimos recogiendo a los demás, Rosa, Trivi y Alberto que seguían en quirófano, y nos fuimos hacia el comedor. La verdad es que no tenía mucha hambre, pero necesitábamos un descanso físico y metal.
Mientras esperaba la comida, pensaba y no podía resignarme a que aquella criatura no tuviera derecho a la vida por un tema tan absurdo como pudiera ser un estrabismo.
Hoy había pollo para comer. Aquí, todo un lujo. Sé que cuando vengo hacen estos esfuerzos y creo que tampoco es justo. Y por ello lo agradezco aún más.
Las caras eran largas y todos comíamos en silencio. En ese momento entro Mariama. Llevaba un zumo en la mano. Era un tetrabrick. Hoy le tocaba la cura de sus quemaduras y como no…Rosa, le había dado un zumo para compensarla.
– Rosa, la estás mimando mucho.
Mariama se fue hacia Rosa. Le hacía gestos de que no podía beber el zumo.
– Rosa, que no ves que la pobre no sabe como abrir el zumo. Lleva horas con él y no se lo ha podido beber.
Rosa le tomó el zumo, cogió su cuchillo. Lo clavo en el cartón del zumo y empezó a ordeñarlo en un vaso. Mientras miraba la escena se me ocurrió una idea
Me levante bruscamente de la mesa, tirando la silla para atrás y salí corriendo.
– ¿Dónde vas Ivan?¿Te pasa algo? Ni que hubieras visto un fantasma.
Ya desde la puerta del comedor grité:
– YA SÉ CÓMO PODEMOS SALVAR AL NIÑO…….,!!!!