El otro día escuche en una tertulia que “el culto al cuerpo” está llevando a mujeres jóvenes y guapas a pasar por la aguja del médico estético o por el bisturí del cirujano plástico (aunque debo decir que muy pocos tertulianos veían la diferencia entre una y otra especialidad). Y desde mi experiencia debo decir que es cierto, pero que tiene una explicación distinta a la que ellos daban.
Para empezar no sólo las mujeres llegan a nuestras consultas, cada vez tenemos más hombres como pacientes (y no tiene nada que ver con su orientación sexual como ya insinuaban algunos) con sus propias necesidades.
Cuando empecé en la cirugía plástica, hace ya unos 15 años, el paciente habitual que llegaba a mi consulta tenía un perfil muy concreto: mujer madura alrededor de los 50 años con problemas de envejecimiento facial.
Pero ahora hora tenemos un abanico mucho más amplio: hombres y mujeres desde la treintena hasta la cincuentena forman el grueso de nuestros pacientes. ¿Qué ha pasado? Simplemente, que ha habido un cambio de mentalidad. Ahora somos más previsores, no esperamos a que nuestro rostro o cuerpo se marchite para intentar volver a rejuvenecerlo, sino que ahora, se procura alargar su belleza. Es decir, no esperamos a que nuestro rostro esté plagado de arrugas, para tratarlas o incluso evitarlas.
Como profesional sólo puedo dejar una obviedad: se consiguen mejores resultados manteniendo la juventud, que intentar recuperarla cuando ya se ha perdido.