Con este título parece que me haya pasado a la disciplina militar o que esté en contra del uso de la calefacción, pero nada más lejos de la realidad. Mi referencia al frío es literal. Un estudio reciente, realizado por el Centro Médico de la Universidad de Radboud (Países Bajos), dirigido por Matthijs Kox y Peter Pickkers y publicado en PNAS, ha venido a confirmar lo que más de dos décadas de experiencia en países como Rusia, Polonia o Japón ya habían demostrado: el frío y el entrenamiento nos ayudan a tener un sistema inmune más eficaz. Pero ahora además, se ha comprobado que podemos influir voluntariamente sobre nuestro sistema inmunológico y el sistema nervioso autónomo.
Dicho estudio consistió en someter a unos voluntarios a un entrenamiento intensivo, ejercicios de respiración, meditación y la exposición reiterada al frío extremo. Después, tanto a ellos como a otros voluntarios que no habían pasado por el periodo de entrenamiento, se les inoculó un virus no vivo (parecido al de la gripe) que hiciera reaccionar su sistema inmune. El resultado fue claro: los voluntarios que se sometieron al frío y al entrenamiento sufrieron menos síntomas y menos malestar que los otros.
La conclusión: este estudio evidencia que el sistema inmune se puede modular para que responda mejor a las enfermedades y ello podría tener importantes repercusiones en el tratamiento de enfermedades asociadas a la inflamación excesiva o persistente, especialmente en ciertos tipos de enfermedades autoinmunes. Pero también para cualquier ciudadano de a pie que desee cuidar su organismo para que este responda mejor en su día a día.
Para conseguirlo no tenemos porqué pasar por el duro entrenamiento diario que vivieron estos jóvenes voluntarios. La medicina y la ciencia han evolucionado hasta el punto de permitir a nuestro organismo “entrenarse” para responder mejor a las enfermedades, al estrés, al dolor, a las lesiones… ¿Cómo? Con frío y entrenamiento, sí, pero controlado en un centro médico y mucho más cómodo. Podemos disfrutar de los beneficios del frío extremo gracias a la criosauna, por ejemplo (reconocidos deportistas internacionales ya lo hacen tanto para mejorar su rendimiento como para aliviar el dolor o recuperarse antes de entrenamientos y lesiones). En un tratamiento con criosauna sometemos a nuestro cuerpo a una temperatura de entre -130ºC y -180ªC durante a penas tres minutos, lo que reactiva y regenera nuestro organismo, la circulación sanguínea, el sistema inmunológico y el sistema nervioso central. Este frío extremo hace que se activen nuestros mecanismos de defensa y se bombee sangre de forma vigorosa por todo el cuerpo, oxigenándolo y eliminando toxinas, al tiempo que libera endorfinas y los propios sistemas antiinflamatorios del cuerpo. No es un tratamiento desagradable, pues no se siente el frío extremo sino más bien una sensación de mucho frescor (la sensación de frío es menor a la de meter los pies en agua fría, por ejemplo).
En cuanto al entrenamiento físico, podemos continuar yendo al gimnasio de forma asidua y regular o, si no disponemos de tanto tiempo, podemos echar mano de las nuevas tecnologías como la electroestimulación global, una especie de traje que, junto a un entrenador personal, te permite maximizar cada ejercicio que realizas, consiguiendo en 20 minutos de entrenamiento dos veces por semana, un resultado similar al de cinco días semanales de gimnasio.
En salud, aquello que podía ser la tecnología del futuro ya está llegando y debemos aprender a usarla de forma racional para que nuestro organismo y nuestra salud se beneficien al máximo de ella.