La noche ha sido calurosa y sofocante. Sin electricidad no hay ventiladores que valgan. Este año las lluvias llegaron muy tarde a Guinea Bissau, deberían haber acabado en noviembre y sin embargo en enero aún llovía con fuerza. Y aunque siempre hace calor en este país, el bochorno que nos empapa de sudor de día y de noche no es el habitual.
Cuando nos sentamos a la mesa para desayunar con el equipo, noto en su expresión que su sueño no fue más reparador que el mío y, sin embargo, las ganas de ponerse a trabajar les hace vibrar de ilusión y hablar deprisa. Jorge, nuestro anestesista, tiene la rodilla muy hinchada. Pocos días antes de viajar se la lesionó, pero nada le iba a hacer perderse esta expedición. Tiene que anestesiar sentado y eso nos permite hacer algunas bromas sobre el tema. Un buen café, unas risas y ya estamos con el pijama de quirófano.
El programa de la mañana: cuatro hernias umbilicales gigantes con grave riesgo de estrangulación. Cuando ves las dimensiones de las hernias te das cuenta de la suerte que tenemos de haber nacido en la parte del mundo que lo hemos hecho. En España, ningún niño sufriría algo así porque haría tanto tiempo que habría pasado por quirófano… Aquí una hernia estrangulada suele significar la muerte. Las cuatro primeras pacientes son cuatro niñas preciosas y asustadas. Joana, nuestra enfermera les habla con cariño mientras Jorge prepara algo para relajarlas.
Aún no hemos acabado con las niñas que nos vienen avisar: una urgencia. Ha llegado una madre embarazada y algo no va bien. Lo comprobamos y es cierto. El bebé tiene una arritmia y debe salir ¡ya! Nos ponemos todos a ello. La madre está asustada, muy asustada. Guinea Bissau es el quinto país del mundo donde un bebé lo tiene más difícil para sobrevivir las primeras 24 horas de vida. Seguramente ella desconozca este dato estadístico, pero lo sabe por experiencia. Todo el equipo a una. Momentos de tensión en los que inconscientemente aguantas la respiración más de lo que debieras. Conseguimos sacar el bebé. Silencio. Silencio. Y de golpe, se rompe con el llanto a la vida de este pequeño. ¡Bienvenido al mundo! No va ser la última cesárea de hoy.
Nuestro siguiente paciente no es demasiado mayor que el que acabamos de sacar del vientre de su madre. Tan solo tiene tres meses y tiene lo que creemos que es, en el peor de los casos, un tumor testicular. La operación es complicada ya de por sí, más cuando la haces en un bebé tan pequeño. Al final, las peores expectativas quedan arrinconadas y descubrimos que es una hernia escrotal gigante. Todo en este país parece gigante.
Estamos agotados por la mezcla de bochorno, poco sueño y trabajo. Llega Ismael, el enfermero jefe del Centro Médico Emanuel y nos desvela nuestro última intervención de hoy: otra cesárea. Debo confesarlo, a pesar de ser cirujano plástico, me encanta traer bebés al mundo. Aunque descubro que es algo compartido con todo el equipo. El último regalo de la tarde es un bebé precioso y rollizo que nada más nacer nos mira curioso.
Cuando voy a ver como se recuperan nuestra niñas de la mañana, compruebo como duermen plácidamente, como las cuatro bellas durmientes que son. Todo va bien y mañana volverán a casa.
Al final, hoy han sido 8 intervenciones y en 7 los protagonistas han sido los más pequeños. Mañana volveremos a quirófano y sabemos que, como mínimo, otros tantos príncipes y princesas nos estarán esperando. Felices sueños a todos.