Quedé en deuda con vosotros. Tenía que explicaros cuál era el secreto de porqué cada vez teníamos más parteras.Pues bien, muy simple. Corrió la voz de que el parto era menos doloroso con nosotros. ¿Menos? un parto es un parto.. pensé yo. Pues bien finalmente averigüé que el secreto estaba en el anestésico local que colocamos para que sufran menos al hacer la episiotomía ( el cortecito en la parte inferior vaginal para que salga mejor el bebé) y lo cosíamos con anestesia local.
Ese toque de humanidad me dejó más de una noche sin dormir atendiendo cada vez a mas parteras…. ¡Viva la anestesia local!… y el café. También os presentaré a mi último paciente, antes de que se acabaran los suministros médicos.
No quiero despedirme hoy sin agradecer a todas las personas que me han ayudado durante estos días tan duros y que han estado a mi lado en todo momento. Juan el enfermero argentino, que ya conocéis, incansable, tenaz, nunca da nada por perdido. Gracias Juan.
Rosa, por su valentía, porque se arremangó como la primera, sacó el coraje y cariño que supo dar a los enfermos en todo momento. Gracias Rosa.
Gracias a Nuria, nuestra voluntaria fisioterapeuta que trata a los niños con minusválias para facilitarles la vida e integrarlos en una sociedad que aún los rechaza. Gracias a su labor en mi espalda puede seguir operando en más de una ocasión. Gracias Nuria.
Gracias también a toda Casa Emanuel, por ser infatigables, por estar allí 24 horas al día, 365 días al año. Por cuidar de todos esos niños huérfanos y conseguir esa sonrisa perenne en sus labios y ese cariño desbordante.
Gracias a todos los que habéis seguido estas crónicas. Gracias por estar ahí. Me comprometo a contaros qué hacemos, cómo comenzamos, dónde estamos y a dónde vamos con los proyectos de la fundación. Os invito a todos en este maravilloso viaje.
PD: también pido disculpas a mis pacientes que con estos días les he retrasado sus cirugías.