Al salir de quirófano oigo que alguien me llama. Es Sadjo, el representante de SILO, una ong amiga con la que llevamos colaborando muchos años. Ellos trabajan en Gambasse y cuando viajo lo coordinamos para que nos traigan a sus enfermos para operarlos. Es una pena que Félix no esté por aquí, me hubiese gustado compartir un refresco y una buena charlar con él. Es un gran tipo. Aunque lo cierto es que dudo que hubiera tenido tiempo y aún me habría sabido peor.
Nos traen a dos niños, uno con un problema escrotal y el otro… increíblemente quemado. No dejamos ni que pasen a la sala de espera. Van a ser muchas horas de quirófano, así que cuanto antes empecemos mejor.
El “problema escrotal” resultó ser un tumor de grandes dimensiones. Al extraerlo, todos coincidíamos que parecía benigno, pero sin un análisis… seguro que es benigno.
El caso del otro pequeño te corta la respiración. Un día, mientras jugaba pasó cerca del fuego (en este país, sin electricidad en las aldeas ni casi en las ciudades, el fuego se usa para cocinar, para alumbrarse, para eliminar los escombros…), se le prendió la ropa y se quemó el 65 % de su cuerpo: piernas, nalgas, espalda, parte de los brazos… y una vez más no recibió las curas adecuadas. Las zonas quemadas se fueron retrayendo. Las piernas, las más afectadas. Se fusionaron los muslos con parte del gemelo, lo que le obliga a tenerlas eternamente flexionadas. Lleva un año sin poder andar. Tendremos que abrir esas piernas y no sé como estarán sus rodillas después de tantos meses inmovilizadas.
Cuando me aproximo a él, se asusta. Ha debido pasar mucho dolor. Sólo de ver las heridas, se me pone la piel de gallina. Intentamos tranquilizarle, pero en cuanto acerco mis manos a sus piernas, su cara de terror me vuelve a alejar. Necesito que confíe en mí.
No ha sido fácil, le he tenido que enseñar que no llevo nada en las manos. Hemos tenido que hablar un ratito y ya me deja examinarlo. Necesita muchos injertos y no sé de donde voy a sacar la piel.
Cuando en nuestro país intento explicar qué significa vivir en el lado pobre del mundo pocos llegan a entenderlo. Vemos las imágenes en televisión o en la prensa y nos acabamos “inmunizando”. Lo vemos hasta pintoresco, divertido, idealizado. Lo bien que viven esas personas sin nuestro estrés, ¡si hasta tienen móviles!
Vivir en le lado pobre del mundo significa que tu hijo se queme casi el cuerpo entero y no tengas dinero para pagarle los ungüentos, el médico o los analgésicos. Vivir en el lado pobre del mundo significa que algo tan simple como un pie de atleta, un hongo bastante habitual que curamos con una crema, pueda “comerse” a una niña casi entera dejándole toda la piel del cuerpo en carne viva por culpa de la desnutrición y la falta de higiene en el hogar. Vivir en el lado pobre del mundo significa que si tu hijo al nacer no es completamente sano, sabrás que va a ser tan difícil que llegue a la edad adulta que decidas entregarlo a una institución. Vivir en el lado pobre del mundo significa que un niño se pueda morir por culpa de la picadura de un mosquito.
Por eso os pido que nos ayudéis a que esa parte sea un lugar mejor para vivir y para crecer, especialmente para los niños, porque ellos son el futuro. Muchos lo hacéis siendo socios o padrinos, a los otros, os animo a que lo seáis. O que participéis de alguna manera.