Hace ya algunos años participé en un programa de TV tipo coloquio, en el que el público podía participar haciendo preguntas a los especialistas que allí estábamos. Una mujer muy simpática me preguntó “¿Qué me tengo que operar para que mi marido vuelva conmigo?”. Entre risas le contesté que si su marido no la quería con el físico que entonces tenía, era un problema de su marido, no de ella. Y no lo dije porque aquella mujer que superaba los cincuenta fuera una modelo de pasarela, sino porque ella, a pesar de sufrir una obesidad moderada, se veía bien.
Esta semana me he vuelto a encontrar con la misma pregunta en mi consulta. Mi respuesta volvió a ser la misma, pero esta vez no fue algo divertido, sino que delante mío tenía a una mujer atractiva, de unos cuarenta años y realmente angustiada. La cirugía estética no hace milagros. Es absurdo pensar que una abdominoplastia, un lifting de mamas o una lipoescultura pueda salvar una pareja.
Pero las afirmaciones de esta paciente se basaban en algo que había leído este verano y esto me puso alerta. Por lo visto, al diario sensacionalista Daily Mail se le ocurrió hacer una encuesta a unos 2.000 británicos sobre qué opinaban de la belleza de sus respectivas esposas. Los resultados que he podido encontrar me han dejado con la boca abierta.: 8 de cada 10 encuestados creen que sus mujeres tienen más cosas que arreglarse que ellos; 1 de cada 5, cree que su mujer necesita una cirugía estética; y más del 30 % consideran que si su mujer se operaba, la vida sexual de la pareja mejoraría e incluso, en algunos casos, podría salvar su matrimonio. Al conocer estos datos (que por cierto no tienen demasiada base científica), mi conclusión es que estos hombres exigen más a sus compañeras, desde el punto de vista estético, que a ellos mismos. Y esto puede llevar a algunas mujeres a no tener unas motivaciones correctas para operarse.
Nadie debería pasar por un quirófano para gustar a otra persona. La cirugía plástica estética, como cualquier otra especialidad de la medicina, busca el bienestar de las personas: corregir quirúrgicamente un defecto físico, un problema estético estético o un malestar real con un rasgo de su cuerpo. Por eso, nadie debería operarse con el único objetivo de complacer la vista a terceros, sino exclusivamente de sentirse mejor con uno mismo.