Este lunes ha sido nuestra primera maratón de cirugías. La verdadera puesta en marcha de los quirófanos y la prueba de fuego que todo funcionara mínimamente.
Pero si de lo primero que te das cuenta en Guinea Bissau es que faltan cosas que uno cree básicas, de aquellas a las que nunca das importancia porque en casa siempre están: abrir un grifo y que salga agua (¡caliente ya ni te cuento!), darle a un interruptor y que se encienda la luz, ir al baño y que exista (¡gran privilegio!)… en un Quirófano todo esto se multiplica por mil.
Tenemos problemas porque no disponemos de un esterilizador en condiciones, lo que llamamos autoclave. Utilizamos uno de muy rudimentario, pero funciona, que tarda mucho en esterilizar. Por ello cuando en Barcelona cae al suelo algo de mi instrumental, sólo tengo que pedir otro para tenerlo inmediatamente en la mesa. Aquí ese lujo no me lo puedo permitir (¡por favor que nada se me caiga!).
Ayer acabamos a las once de la noche de operar. Habíamos empezado a las 9 de la mañana. Y aunque tenía algunos pacientes más (los operaré el martes), tuve que acabar porque nos quedamos sin guantes estériles de mi número: las dos ultimas operaciones las hice con un numero menos del mío, pero…no me llegaba sangre a los dedos.
A la 1 h de la madrugada nos fuimos a buscar una farmacia y… la encontramos. Así que pudimos comprar los guantes, lo que creo que mis manos agradecerán. Mañana nos espera otra dura jornada.
La imagen con la que me quedo hoy para irme a dormir: la sonrisa y el beso de la pequeña Sadjo, una niña de 3 años que sin querer entró descalza en las brasas de una hoguera donde quemaban las basuras de su poblado y se quedo allí aterrorizada y llorando hasta que la sacaron. En los pies no pude hacer nada pero conseguimos liberar los dedos quemados de la mano.