Hacía horas que habíamos salido de Casa Emanuel rumbo Bafatá, primero, y Gambasse, después. El viaje había sido largo y debíamos darnos prisa si queríamos ir a ver a Mariama. Si la noche nos atrapaba no tendríamos oportunidad de verla. Quedaba solo una ultima vista al Gobernador y ya estaba. La visita fue corta y sin trascendencia. Como me esperaba. Nada relevante. Es una figura puesta por los militares.
Nos pusimos rápidamente camino a Gambasse, donde la ONG SILO tiene su sede y donde desarrollan buena parte de sus proyectos. Allí nos informarán de los posibles casos de enfermos en los poblados de la zona. Se hacía tarde y anochecería en pocas horas. La última época de lluvias fueron duras. Los caminos están prácticamente impracticables pero nos vamos hacia el poblado de Mariama. Rosa está conmigo. Ella cuidó de Mariama durante su estancia en Casa Emanuel. Conectaron. A medida que nos acercamos está mas nerviosa. Parece una adolescente que va a ver al novio después de un largo viaje. Finalmente llegamos a la entrada del poblado. Todos los niños vinieron a recibirnos… blanco.. blanco… blanco. Rosa miraba por la ventana hacia todos lados. Yo ya la había visto. Es una niña tan hermosa. Fue la única que no vino hacia el coche. Se quedo sola y se hizo visible. Rosa salió corriendo del coche y se abalanzo sobre ella. Mariama se asustó. No la reconoció en un primer instante. Fueron segundos. Del abrazo salieron chispas… y lágrimas. Como os digo.. una adolescente.
Los padres de Mariama vinieron hacia mi para darme de nuevo las gracias. Mariama estaba bellísima. Llevaba el pelo con decenas de trencitas que culminaban en unas bolitas de colores. Rosa se apresuró a destapar la zona quemada. De repente todos nos sorprendimos. Prácticamente no quedaba ninguna marca. Casi ningún recuerdo. Si no hubiera quedado plasmado en una cámara nadie sospecharía lo que ocurrió en su piel. Increíble. Mientras Rosa y Mariama se hacian mimos mútuamente, fui a ver varias personas que podrían necesitar ayuda médica. Felizmente nada importante. Estaba oscureciendo y debíamos seguir con la visita a otros poblados. Mariama estaba bien. Mariama estaba feliz. Eso es suficiente para nosotros.
De nuevo el “jefe” del poblado nos ofreció otro animal como agradecimiento. Esta vez no fue una gallina…. Una cabra. Probablemente el sustento de la leche y comida de semanas de todos ellos. Le agradecimos el ofrecimiento. Pero el mejor regalo fue ver a Mariama.
A medida que nos alejábamos, no dejábamos de contemplar la imagen de Mariama, cada vez más lejos agitando la mano junto al resto de niños subidos al coche, riendo y gritando blanco…blanco
Finalmente anocheció. Decidimos acabar la inspección de los poblados e ir hacia Gambasse donde nos esperaban parte de la expedición que no pudo venir con el único 4 x4 destartalado que llevábamos.
Se notaba el cansancio y todavía nos quedaba otro largo viaje de vuelta con sus baches y sus barreras militares, pero estábamos tranquilos. Llevábamos nuestro escudo protector: Casa Emanuel.