Hoy soñaba con una ducha caliente. Aquí se sueñan esas cosas. Pero por la mañana después del calor de la noche… apetece el agua fría.
Hoy es un día especial. No van a haber cirugías. Hoy está previsto que visite una persona muy especial. Alguien quien nos deslumbró por su valentía. Quien nos enamoró con su belleza. Nos fascinó con su inocencia. Mariama. La niña que encontramos quemada, que pudimos ver en el capítulo de cuerpo medico. La niña que soportó el dolor de la primera cura en el poblado con solo un analgésico: una piruleta. Todos estamos un poco nerviosos.
– ¡¡¡Todos al coche!!!
Nos llaman. Empieza un largo e incomodísimo viaje de varias horas hasta Bafatá. Es la segunda región más importante de Guinea, de hecho Bafatá fue la capital del país mientras fue una colonia. Visitaré el hospital de esta ciudad que da servicio a 200.000 personas para conocer la situación sanitaria real que vive esta región y así evaluar la posibilidad de llevar a cabo futuros proyectos también aquí.
Vamos un poco apretados, todos han querido venir. Solo han pasado unos minutos y ya empezamos con el primer control del ejército. Barrera incluida.
– Que todo el mundo guarde las cámaras. Nada de fotos. Nada de bromas.
Un militar nos da el alto. Serio. Armado. Se acerca al coche. Silencio.
– Chicos… ni una broma.
Mira dentro con cara muy, muy seria. Silencio sepulcral. Dio un paso atrás y miro el coche. De repente su cara se limpió. Una sonrisa amigable apareció en su rostro. Miro al conductor y pronuncio las palabras mágicas..
– ¡¡Casa Emanuel!! ( acababa de ver los logos en el coche)
Y empezó a gritar a su compañero que bajara la barrera y con la mano y gesto amable nos indicó que siguiéramos nuestro camino. Todos nos miramos por unos segundos. Comprendimos el respeto que siente el país por esta institución y el honor que supone para nosotros formar parte de ese inmenso hogar que es Casa Emanuel.
Durante varias horas y miles de baches, se repitió la misma escena. El militar serio, el logo y el respeto. Era increíble. Por mucho que nos alejásemos de la capital el salvo conducto seguía teniendo la misma fuerza.
Finalmente llegamos a Bafatá. Entumecidos. El viaje con los chistes, las bromas de Antonia no fue tan duro al final de cómo lo recordaba de otros años. Allí nos esperaba Bubacar un guía de la zona y que colabora con SILO, otra ONG con la que colaboramos y compartimos una buena amistad. SILO trabaja en esta zona y el hospital de Bafatá es su centro hospitalario de referencia.
Cuando llegué al hospital me di realmente cuenta de la gran labor que se está haciendo en Casa Emanuel. No os podéis imaginar, ni por un momento, el estado de un hospital que da servicio a cientos de miles de personas. Por un momento, las imágenes que veía me trasladaron 13 años atrás, cuando llegué por primera vez a Guinea. La imagen era esperpéntica. De repente vi una chica blanca sentada frente a un viejo sillón dental. Se la veía cansada.
– Hola me llamo Iván.
– Hola soy Nuria.
Llevaba seis meses en el hospital como odontóloga. Sola. Sin más recursos que haber dejado todo en Barcelona y con ayuda de unos amigos mantenerse esos meses en el hospital. Hablamos de las necesidades del hospital. Todas, excepto las ganas de tirar todo aquello hacia adelante.
Finalmente me comprometí a ayudarles en lo posible. Por lo menos empezar con lo mas básico.