Después del programa “Cuerpo Médico” del domingo, se repiten dos preguntas tanto en el twitter como en mi blog, ¿qué pasó con el bebé? ¿qué pasa con los enfermos cuando tú no estás? Pues bien hoy quiero contestaros a todos.
En cuanto al pequeño, lo cierto es que la madre salió convencida del hospital, ya lo pudisteis ver. Pero volvieron a la tabanka (poblado) que está muy lejos del centro médico, con toda la familia, y no le hemos vuelto a ver. Deseo que el bebé esté bien, pero la vida real va más allá del programa de televisión, así que es posible que no lo esté (pero quiero recordar que fueron los propios padres quien nos lo trajeron para que lo “curásemos”, nadie les obligó a hacerlo). Y es que el mejor tratamiento para aquél bebé (y para muchos otros) no era la leche materna, sino un cambio en ciertas creencias de la madre y de la madre de la madre y de la tía de la madre…un cambio que les haga ver que los niños bizcos, ciegos, con deformidades o con cualquier otra “deficiencia” no son demonios y sólo necesitan más atención y cuidados, son seres humanos tan dignos como cualquiera de nosotros.
Y esto es en lo que trabajamos con los más de 350 alumnos y alumnas de la Escuela Comunitaria y en el orfanato, educando a los niños pero también a las cuidadoras: hace unos años algunas trabajadoras no querían ni acercase a nuestros pequeños especiales (disminuidos físicos e intelectuales), hoy todas sin excepción los cuidan con cariño, les dan de comer y juegan con ellos… por lo que el cambio es más que posible y así conseguiremos que cada vez nos lleguen menos casos como el que visteis en el programa. Queda camino por recorrer, no me engaño, pero ya hemos hecho un trecho y, os aseguro, no nos cansaremos de caminar por él.
En cuanto a qué pasa con los enfermos cuando yo no estoy, quería explicaros que la ayuda que ofrece mi Fundación no es puntual, no se limita a mis viajes, no queremos poner parches queremos ayudar a apuntalar un futuro. Por ello no dejamos de trabajar cuando ayudamos a construir el centro médico, ni cuando ayudamos a equiparlo, ni cuando enviamos los medicamentos… No. Seguimos trabajando codo con codo con Casa Emanuel para que nuestros voluntarios sanitarios, que están allí todo el año, dediquen su labor a los enfermos y su experiencia a los trabajadores locales para que sean ellos quien en un futuro cercano ofrezcan una sanidad de calidad. Es cierto que cuando yo no estoy allí hay algunos casos que no se pueden atender, pero hay muchos otros, más de 34.000 sólo en el año pasado, que sí les atendimos y sí les dimos una solución a sus dolencias. Ojalá dispusiéramos de más recursos, ojalá más amigos nos ayudaran, ojalá pudiera siempre estar allí, pero necesito “producir” aquí para poder llevar allí.
Así que os animo a que probéis la droga de la solidaridad, a que os sintáis orgullosos de apadrinar un niño porque le estáis dando un futuro, a que os impliquéis en los proyectos para que podamos seguir trabajando…a que compartáis lo que tenéis con los que no han tenido la suerte de nacer en un país como el nuestro… la droga de la solidaridad es de las pocas que engancha desde el corazón y es buena tanto para la salud física como la mental.